...Ruido...

El vampiro alzó la mirada hacia todas las armas que se le venían encima. Aquel podría ser fácilmente su fin, pero no se sentía preocupado, pues de todas formas, ganase o perdiera, cualquiera de los dos resultados le serían confortables siempre cuando al perder, terminasen con su vida.

- Glopta... glopta... glopta... - Susurró mientras cerraba los ojos. En seguida, apretó los dientes y dio un salto hacia el mar de armas que se le venían encima. Él podría simplemente haberse teletransportado pero quería luchar limpiamente y sin cobardía alguna. Así, se rodeó ésta vez de un aura azul que lo cubrió y las llamas se alimentaron de mucho poder. En seguida, una a una el conde comenzó a hacer pedazos las armas con sus propios medios, dando golpes y patadas a los cristales que debieron ser dolorosos pero no lograban causarle heridas debido a la técnica que había empleado. Romperlas todas, le llevaría un rato...

Gremor seguía rompiéndolas con un esmero extraordinario. Al ver que tenía todas esas desventajas, expulsó aún más poder, haciéndose más poderoso, y siguió rompiéndolas aunque su poder se perdía y las armas eran más fuertes.

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! - Expulsó tanto poder en un momento, que hizo que Bara cayese al suelo hacia atrás. Pero al cesar, se pudo ver al vampiro en el suelo con tres espadas atravesadas en su estómago y su pecho derecho, goteando sangre. Tosió un hilo de sangre y vio sonriente a Bara.

- Vaya... éso no me lo vi venir... jejeje... - Le dijo en un tono alegre pero había algo de pena en su voz. En seguida, dio un par de pasos pero cayó con una rodilla en el suelo. Cerró los ojos, y con una mano, se sacó una espada del pecho, haciendo salpicar su sangre mientras tosió de una forma debilitada. Luego, volvió a hacer lo mismo con las otras dos espadas y se quedó arrodillado con la mirada gacha, mientras su sangre se escapaba de su cuerpo.

- ....

El vampiro alzó su mirada hacia ella, venía dispuesta a asesinarlo. Puso una mirada sonriente. Ésta vez ya no estaba dispuesto a defenderse, aunque podía haberlo hecho perfectamente. No. Ésta vez y de una vez por todas, quería probar el beso tranquilizante de la muerte pues ya estaba demasiado cansado de sentir tanto odio y dolor.

Mientras Bara le clavaba sus armas, recuerdos nostálgicos volvían a la mente del Conde. Recuerdos de su primer y gran amor, aquellos recuerdos que sólo en su memoria vivían. Pero todo sería lindo otra vez, si el Conde estaba dispuesto a vivir en ésos recuerdos de nuevo.

Cayó al suelo lleno de heridas mortales mientras las llamas seguían succionándole la vida lentamente. Su cuerpo temblaba débilmente mientras su cara contra el pasto, tenía una sonrisa torcida por el dolor que sentía. Vomitó sangre y de su mejilla, cayó una lágrima negra, pero no por el dolor físico, sino otro todavía más terrible...

- Lo has... hecho... bien... ahora... mátame.... por favor... mátame...

Le pidió con la voz quebradiza. Gremor jamás había recibido acto de bondad alguno excepto por parte de Kira... pero ella estaba obligada a servirle por algún oscuro motivo. Sólo su amor, sólo su verdadero amor le había querido de verdad, y su pérdida dolía con mucha latencia, incluso después de tantos años. La muerte de los humanos, ni ésas ni ninguna de las muertes significaban algo, pues las almas se perdían en el vacío hasta volver a formar parte de la nada. Sólo había frío y oscuridad... sólo objetividad, y sólo quedaban cenizas de cualquier placer. El pensamiento le había arruinado la vida a Gremor, y sólo eso importaba. El bien y la bondad, siempre lo discriminaron y se vio obligado a responder con la misma moneda. La tragedia y la comedia se volvían uno, y el placer transitorio de una conversación nunca más se haría latente, nunca más.

- Simplemente... quiero... dejar de sentir... - Dijo con una sonrisa amarga estando en el suelo. - Por favor... déjenme partir...

Guardó silencio y cerró los ojos. Tenía demasiadas ganas de llorar, pero contuvo su voz y las lágrimas le brotaron solas, todas ellas negras. Porque negra había sido su existencia, y la nada sería perfecta, y perfecta para todos. Ya nada más cabía decir ni pensar.