Mansion Maiden

El ambiente, parecía estar tranquilo. Pero por alguna extraña razón, Akroma y Barasuishou sintieron unos extraños escalofríos, erizándoles los pelos. De pronto, se sintió mucho frío en la casa, una cosa sobrenatural. El Conde Gremor, estaba sentado en el marco de una ventana muy ancha, jugueteando con una daga, mientras se arreglaba la corbata. Su mirada estaba perdida, mirando el techo. En seguida, dio un brinco de la ventana, y miró sonriente a Akroma y Bara.

- Buenos días, señorita, señor... - Hizo una reverencia. En seguida, observó detenidamente a Akroma.

- Vaaaya, mis años de inconsciencia me habían hecho olvidar la apariencia de un elfo. ¡Hmhmhmhmhm! ¡Oh, pero qué modales tengo! Discúlpenme... Soy el Conde Gremor, avenido de las Minas de Cristales de Fuego del Sur.

Su modo de hablar y de moverse, eran delicados pero viriles. Había algo extraño en él... su presencia exasperaba.

El Conde comenzó a caminar hacia Akroma delicadamente, mientras sonreía.

- Sepa usted, estimado elfo, que hoy no estoy de humor para pelear. Sólo he venido por la dama aquí presente, que pronto se transformará en una duuuulce vampira. Hmhmhmhm...

En seguida, comenzó a admirar de una forma peculiar los muebles de la habitación.

- Si no oponen resistencia, todo saldrá bien, y nadie saldrá lastimado. Tengo pensado convertir a ésta joven en mi aprendiz en las sendas del vampiro. Además, necesito que alguien me ayude en mis asuntos, y ésta muchacha es perfecta. Piénsalo elfito... yo sé que tienes ganas de que me vaya, puedo verlo en tus ojos. Eres tan joven e inocente...

De una forma sutil, el Conde se acercó a Akroma, y comenzó a acariciarle la mejilla.

- Créeme, será lo mejor.

El Conde sonrió. En seguida, adoptó su posición norma, y observó a Bara. Tan joven... tan flácida... tan indefensa... Una delicia para Gremor, quien se lamió los labios y en seguida, camino hacia ella.

- Descuide usted. Todo estará bien, siempre cuando suted confíe en mí.

En seguida, el conde, le acarició el pelo, de una forma sutil y un tanto sensual. Sus movimientos hacían que Bara perdiese la relación entre los sueños y la realidad. ¿Sería posible todo lo que ocurría? Sólo podía oír la voz del conde, mientras sentía que flotaba. Y es que el Conde, la tenía en sus brazos.

- Eres una deliciosa musa del elenco divino de la creción divina. Es usted, una dama hermosa...

En seguida, Gremor voló con Bara en sus brazos, en dirección a su castillo. Él tenía una sonrisa muy dulce en su rostro... todo el tiempo parecía execrar el paladar más exquisito de las sutilezas abstractas e inecplicables de Bara.